De superviviente de cáncer a madre

El viaje de Domenica desde la supervivencia al cáncer hasta la maternidad es un testimonio del poder de la esperanza, la fuerza de la comunidad y el poder transformador de la FIV.

Lea su inspiradora historia para saber más.

Me llamo Domenica Fuller y soy una orgullosa nativa del sur de Florida.

A lo largo de mi vida he desempeñado diversos papeles: hija, hermana, esposa, vencedora del cáncer y, ahora, el más importante: madre.

A los 29 años, el diagnóstico de cáncer de mama nos sorprendió a mí y a mi futuro marido.

Tres meses antes de nuestra boda, en junio de 2021, me encontré un bulto en el pecho mientras me duchaba. Dos días después, los médicos del Miami Cancer Institute me dieron la noticia: era cáncer, agresivo y avanzado.

Sin marcadores genéticos, sin señales de alarma, sólo un diagnóstico devastador que sacudió los cimientos de mi mundo y amenazó la vida que mi futuro marido y yo estábamos a punto de construir.

Lo peor de todo es que el diagnóstico me llegó pocos años después de que mi padre falleciera de cáncer de pulmón. Ambos éramos ávidos corredores y ninguno de los dos fumaba ni bebía. Era inexplicable que este diagnóstico afectara dos veces a la misma familia, y tan cerca el uno del otro. Mientras lloraba su muerte, ahora tenía que librar la misma batalla que él perdió, sin él.

Cuando te diagnostican un cáncer, tus deseos para esta vida se vuelven muy claros. El mío era tener hijos.

 

Pero en el mismo instante en que me dijeron que tenía cáncer, llegó lo que considero una noticia aún peor: el tratamiento contra el cáncer que me salvaría la vida me incapacitaría para tener hijos. ¿Mi única esperanza? Someterme inmediatamente a una FIV de urgencia, sin garantías de éxito.

Tras un mes de fecundación in vitro de emergencia, y lo que aún recuerdo como la parte más emotiva de mi viaje por el cáncer, con la ayuda de Dr. Luis Hoyos en IVF Florida Reproductive Associatescongelamos con éxito cinco embriones.

Todo lo que tienes cuando luchas contra una enfermedad potencialmente mortal es tu fe, tu familia y la esperanza. La FIV me dio esa esperanza. La esperanza de tener hijos. Esperanza de que a mi marido y a mí nos llamaran "mamá" y "papá". Y la esperanza de que, a pesar del cáncer, construiríamos una familia juntos. Esto es a lo que te aferras en tus peores días de tratamiento. El cáncer odia que te resistas, así que luché por mis futuros hijos todos los días durante seis brutales meses de tratamiento (¡y una boda!).

 

Después del tratamiento, mis médicos decidieron que sería demasiado peligroso para mí tener hijos, sin correr el riesgo de que el cáncer reapareciera.

Otro obstáculo, sí, pero manejé bien esta noticia. Porque sabía que tenía cinco embriones. Sólo necesitaba encontrar la manera de traerlos aquí.

Así que me propuse encontrar una madre de alquiler y una agencia que encajaran a la perfección. Contra todo pronóstico, todo salió bien: la agencia, la madre de alquiler y mi médico especialista en fertilidad. Entonces se produjo un milagro: la implantación fue un éxito y nuestro embrión nació al primer intento.

 

Nueve meses después, el 19 de octubre de 2023, acuné en mis brazos la culminación de años de lucha y sacrificio: un niño sano, testimonio vivo del poder de la resistencia, la esperanza y el indomable espíritu humano. Lo llamamos Víctor, un homenaje al legado de fuerza y coraje que nos había llevado a través de nuestros días más oscuros y, lo que es más importante, era el nombre de mi difunto padre.

En su diminuta figura, no veíamos sólo un bebé, sino un símbolo de victoria: una victoria sobre el cáncer, sobre la desesperación, sobre las probabilidades aparentemente insuperables que habían amenazado con hacer descarrilar nuestros sueños. Y mientras abrazaba a mi hijo, rodeada del amor y el apoyo de mi familia y mis amigos, supe que nuestro viaje estaba lejos de terminar.

Sin embargo, en ese momento, me consoló saber que, independientemente de los retos que nos esperaran, los afrontaríamos juntos, como una familia. Al fin y al cabo, no son las pruebas a las que nos enfrentamos las que nos definen, sino cómo decidimos afrontarlas: con valentía, con esperanza y con una determinación inquebrantable.

Mi viaje es sólo uno de tantos, un testimonio de la importancia de la FIV para los enfermos de cáncer y del poder transformador de la esperanza frente a la adversidad. Es una historia de triunfo sobre la tragedia, de luz que emerge de la oscuridad y de la fuerza perdurable del espíritu humano. Y ahora que miro al futuro, de la mano de mi hijo y mi marido, lo hago con un renovado sentido de la determinación y gratitud hacia la tecnología moderna y la ciencia reproductiva.

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